Alguna vez has contado granos de arroz? Me hace pensar en la lluvia, en la cosecha, en los tierno verdor de las laderas, en los arrozales y en las manos que siembran. Mi fascinación por Asia creció en Inglaterra. Peter Pan. Mi puerta al mundo. Londres fue el gran bazar de mi vida. Fueron ocho intensos años de residencia. Mi laboratorio, mi universidad. Fue gracias a mis excéntricos trabajos que acabe enamorándome de un continente que desconocía y aun todavía desconozco. Tuve allí la única oportunidad de trabajar para aristocracia y realeza oriental.
Protocolos, cortesías, gastronomías, arte y cultura en general.
Fue una de las épocas más emblemáticas de mi vida.
Sabía que aquello no iba a durar.
Aquello era un viaje fascinante por él nunca jamás.
Jet privados, escolta, suites de ensueño, spas,
Cantos profundos, dátiles, albaricoques, melocotones y dátiles servidos en bandejas de oro,
Aquello no era una vida normal.
Detrás de esa gran coordinadora y secretaria real había una artista inquieta y desordenada, una joven atrapada en una vida contemporánea sin vivacidad. Era tan solo una esclava más. Ansiaba escribir y viajar. Tener tiempo para componer mi vida. Extrañaba ser libre, no atender a horarios ni calendarios y con los años arriesgue mi seguridad.
Dejé mi trabajo, mi pareja y mi convencional funcionalidad para convertirme en Madame Butterfly.
Londres había sido una gran escuela no lo voy a negar pero no era el destino final, ciudad de transición, un interesantísimo lugar para peregrinos contemporáneos e intelectuales buscando una memorable oportunidad. Londres exhausto mi mente aunque no mi espíritu, nunca en realidad.
Nueve millones de habitantes perdidos en una vorágine de tendencias entre la hierba esponjosa e húmeda y las nubes magnéticas de la ciudad. Blake, Shakespeare, Turner y Oscar Wilde.
Vagabundos urbanos llenos de ideas vanguardistas, desamparados emocionales, emigrantes exóticos, expatriados buscando nuevos mundos, comerciantes, tiburones financieros, exitosos negociantes, personitas de alma grande buscando una autentica verdad.
Londres fue mi brillante locura. Mi esposo. Me supo cuidar. Con los años me desenamoré. Fue un gran puerto y desde él, zarpé a alta mar.
Siento a veces una nostalgia casi obsesiva y me peleo con la idea de volver, pero es imposible, el amor nunca fue algo racional. Le quiero y siempre le querré pero la exuberancia espiritual se encuentra en otro lugar. Fueron largos los inviernos llenos de profundidad.
Noodles en Soho, Promiscuidad literaria en las librerías de tottenham court road, cine matiné en Curzon, manzanas rojas en Covent Garden, teatro músical, noches largas de shisha en Marble arch.
Samuel Johnson decía que quien se cansa de Londres está cansado de la vida ya, no hay que no pueda ofrecer esta ciudad. Quizá yo lo estaba, fueron ocho años intensos y necesitaba una alfombra mágica para poder volar.
Isla adictiva. Muchos de los que llegan nunca se van.
Comiendo arroz...que fragancia tiene el azar?